Eran las 21:00 hrs cuando sin escrúpulos de ser identificados, Zero e Indria salieron a probar sonido con sus instrumentos mientras los fanáticos del grupo los elogiaban frente al escenario. Un acto de humildad, o tal vez una despreocupación total de su presencia, con tal de asegurar una calidad sonora óptima para la noche. Pasada las 21:30 pm, la banda entera sale a escena, con una disposición y fluidez que se sintió apenas Neige -en su contagiosa tranquilidad- comenzó a echar ojo hacia el fondo del subterráneo del Blondie, para dar hilo a los primeros punteos oníricos de la noche. Fue así como Alcest comenzó esta jornada de retorno al mismo lugar que los vio debutar en este país hace 4 años atrás.
Como ley de grandes bandas, el mostrar material nuevo siempre sirve de promoción y excusa para hacer giras, y así relucir propuestas en vivo. En el caso de «Kodama«, se logró una apertura emocional increíble en la que el público de manera instantánea vibró con cada cambio de tempo, cabeceando todos los riffs, y cantando cada grito que Neige – desgarrado e indeleble- expulsaba de su tranquila faceta musical. La banda tocó con una conexión que se podía esparcir desde tristes melodías, hasta pasajes pesados de metal, enloqueciendo a más de alguna cabellera andante en el recinto. Era un show en el cual había que estar muy perceptivo, sobre todo cuando en temas como ‘Untouched‘ o ‘Onyx‘, podías ser testigo de la intensidad que Indria ponía en el bajo, mientras el batero Winterhalter-entre sorbos de Corona en sus pausas- le daba duro a los redobles de batería, agregando esa fuerza intacta en todas las canciones. En el caso de Zero, su pose poderosa y manejo de los timbres en la guitarra, no eran impedimento para que ejecutará de manera soberbia cada detalle en la sección de cuerdas que compartía con Neige en el transcurso. Al menos los presentes disfrutaban a concho cada momento que ellos compartían respecto a esta última característica-. Como observación especial, su vocalista debe ser uno de los más tranquilos que se pueden encontrar en la música metal, el tipo solamente con solo ponerse repetidamente frente al público haciendo la rítmica en la guitarra, ya transmitía una sensación de buena vibra y goce.
Pero hubo ciertos fallos técnicos que desde el comienzo incomodaron un poco a los mejores oyentes, esto dado a que el micrófono principal no sonaba, y si lo hacía, era solamente en el lapso de los gritos, cosa que si bien es una de las habilidades vocales ansiadas de presenciar, no permitía que las hermosas armonías en conjunto se mostraran como tal. Esto llevo en consecuencia a que el show fuera parado por casi 6 minutos, en donde entre nervios y preocupaciones, la banda felicitó la paciencia de sus fans en este desliz. Dado así, se reanudó con el resto de temas de su discografía.
Se trató de alternar para tocar-al menos- un tema privilegiado de cada álbum, y al menos en el caso de las fechas anteriores de este tour, se tocaron las mismas canciones con la misma belleza y brutalidad en sus performances. La evolución anímica de sus composiciones fueron trampas inesperadas, que atentaban con surcar en mares profundos con toques místicos, precipitaciones eternas y sufrimiento revuelto con hermosas aventuras auditivas. Fue así como Alcest cerró con ‘Délivrance’, tal vez su creación más hermosa.
A pesar de las bajas del sonido al comienzo, estas nunca fueron una barrera para que se siguiera el curso del concierto de manera soberbia. Esas palabras poco claras, iban siendo reemplazadas por el juego de luces que realzaba la inmensidad de los temas, y bastaba solo con ver como la agrupación disfrutaba arriba del escenario mientras-sin pedirlo-las personas coreaban las secciones técnicas de su repertorio. Fue innato y estremecedor, fue percepción al máximo y siendo ejecutada majestuosamente.