Me levanto de mi cama, sorteando entre pensamientos matutinos y empacando la mochila para ir a trabajar. Camino por la calle, busco entre mis listas de reproducción a algún artista o banda que me pueda animar a avanzar, a lo que encuentro en grande el nombre de la banda con la que yo-y muchos-crecimos: Linkin Park.
Reflexiono, las memorias se vuelven sórdidas tormentas en mi cabeza, de sensaciones que algunas vez ondearon y trataron de tentar un instinto perverso, una maldad autodestructiva que afectó a una multitud de jóvenes, pero que pudo ser superada escuchando las palabras de un mentor del dolor como lo era Chester Bennington. Wow, lo sigo pensando mucho, el calor de esa tarde que atacó como víbora con la peor intención de todas, queriendo solamente dañar y manchar alrededor del mundo esparciendo una pena colectiva. La muerte había jugado al azar nuevamente, y en fecha delicada (cumpleaños del recién fallecido Chris Cornell), la ruleta rusa nos quitó a otro talentoso cantante. La cinta retrocede en mi mente, y vuelvo a aquel año en que descubrí la música de estos chicos atrevidos que-sin prejuicio- mezclaron la belleza coral del rap, con los crudos y modernos recursos del rock industrial, para dar vida al referente musical más transcendental de la escena del Nu-Metal del nuevo milenio. Estar en el auto, sentado atrás mientras mi hermano mayor ponía este cassete reproduciendo estas atmósferas y desgarradores gritos, mientras yo trataba de no asustarme al respecto. Al principio choqueante, pero en el transcurso encontré un equilibrio entre la armonía y la pelea, obviamente no la describí así en su momento, pero así la percibía en cierta medida. Indeleble y sincera.
Escuchar esa voz por primera vez es siempre un descubrimiento que adhiere diferentes percepciones. El estanque inflamable de sus demonios, le desgarraban la piel a Chester cuando en plena rítmica urbana gritaba que «nadie lo escuchaba» (Nobody´s Listening, Meteora), o todo lo que incendió a su alrededor para recién encontrar la calma, y entrar en confusión para Crawling (Hybrid Theory), mientras entre bellos versos limpios, retomaba esas notas altas con furia y tristeza. Eran muchas emociones en un solo componente orgánico, y que relucían a un alma pérdida dentro de un infierno solitario, pero que de cierta manera encontró un atajo para exponer esa batalla campal interna con una fanaticada que nunca esperó tener ese suspiro de desquite.
Ese onírico trazo de mi vida se pausaba, y despertaba de ese lapso de tiempo detenido para nuevamente fijar mi mirada a la pantalla del celular con Hybrid Theory listo para ser reproducido. Pero un pensamiento se me ocurrió, y creo que algunos discreparán en montones, mientras otros simplemente dirán que es una excusa de transcendencia santificada, pero aquí les va:
Muchas veces en la historia del rock (en todas sus formas) se habla de los líderes de opinión o ídolos que marcaron una época por su distintivo posicionamiento, su alcance y la masividad de su actitud. Nombrar a Jim Morrison por la bohemia y el existencialismo de los años 70s, o a Freddie Mercury por su carisma brillante y su desplante vocal envidiable, y en eso metemos igualmente a un perturbado y cansado Kurt Cobain que-sin querer- logró encajar en un puzzle juvenil del cual creía ser el único en los 90s. Enfocándonos en este mismo punto, la depresión para Cobain siempre fue un juego de palabras, un chiste cruel pero verdadero, una manera de evadir y meter a sus seguidores dentro de un limbo de interpretaciones e ideas de sus letras. Chester entra en una generación que siguió sufriendo las consecuencias de una década que -independiente de su éxito musical- dejó un legado de pérdidas y dolores en una sociedad que vivía en un sistema hostil. Pero sin darle vueltas al asunto, sin embellecer sus palabras, él llega a desangrarse en sus letras para darle simbolismos crudos, con tal de desquitarse de sus pensamientos invasivos. En resumen, lo que Jim, Freddie y Kurt fueron para muchos en su juventud, para nosotros lo fue este cantante que nunca tuvo miedo a expresar su pena.
No se puede creer que a 1 año de su muerte, el reloj avance lento y la temporalidad parezca un espejismo. Esa noticia que a muchos nos destrozo un 20 de julio, hoy cumple su primer aniversario, con mucha sorpresa inesperada y simplemente destrozadora. La realidad que muchos dicen vivir, no siempre es la única, hay que entender que en esto de la salud mental, el mundo interior casi siempre será mucho más real que cualquier cosa concreta exterior. Cruda realidad, como dijo Hayley Williams (Paramore) el día de su muerte, «las personas que embellecen un mundo oscuro, están más cercanas a la oscuridad». Y eso hizo él todo estos años, hoy homenajeamos una vida que pudo liberar a muchos/as de su nicho negado, de salir al mundo sin pensar en lo que pueda pasar, el darle coraje a una generación que creció contigo y te vio partir. Simplemente se espera que su alma este por ahí descansando por fin. 1 año, parece una eternidad.