Hay muchos pensamientos que uno como individuo puede tener en un mismo instante segundos antes de dar un paso hacía un momento infalible. Ese suspiro nervioso que trata de escabullirse por tu espalda, tratando de ahogar las emociones mientras el corazón te palpita de manera maratónica. Quedando solo un mínimo de segundos para que la mente explote y todo lo que haya ocurrido en el pasado, sea olvidado.

Las luces se apagan de manera suspensiva y empiezan a sonar las notas de piano disonantes de la película «Ojos bien cerrados» de Kubrick, para cuando William Duvall empezó a observar decidido al público desde el costado izquierdo del escenario. El rugido de más de 10 mil personas se detonó como si un coliseo romano estuviese presenciando una batalla épica de gladiadores, era lo más parecido a una batalla campal, y era como lo anticipó el festival con sus comerciales, un día creado para los monstruos, y dedicada a las almas perdidas. Con la melena lisa y dorada, Jerry Cantrell sube al escenario observando hacía el fondo del Movistar, con esa mirada desafiante pero que describe experiencia, él sabía que en el fondo no estaba ante un desafío, estaba metido en una obra surreal que-para su lujo- se repetía por tercera vez en su carrera al volver a nuestro país. La oscuridad comenzó a sentirse, luces violetas del inframundo, focos que iluminaron colores de acuerdo a la emoción que se percibiera, eso era lo único que necesitaba Jerry para tomar su uñeta, y darle con fuerza al riff de ´Check My Brain´, haciendo explotar de energía a la cancha general. Mike Inez se sumó a la fórmula con Sean Kinney, y desde los 4 aristas de la banda, se dio comienzo a una presentación que fue explosiva y emocional, haciendo valer su trayectoria y legado con el domo lleno en su totalidad.

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´Again´ puso a prueba a sus fanáticos, todos desgarrándose las cuerdas vocales tratando de corear los versos del tema, hasta que en un punto soberbio, todo el recinto logró conectarse y lograr el falsette del final de manera hermosa y afinada. Pero después y con la crudeza de la muerte impregnada en su ADN, ´Them Bones´y ´Dam That River´ arrollaron con todo en el lugar, con esta seguidilla del disco «Dirt» que fue combustible para la agonía. El desborde de la cancha era de miedo, no se podía estar quieto en ningún momento y a muchos los pilló desprevenidos el pogo intenso que se creó en el sector. Era una lucha de vida o muerte, con más precisión y momentos calmados, pero que en toda su duración fue una estampida humana que respondía a los clásicos del grupo.

El concierto tuvo partes específicas en donde las secciones tenían una vibra distinta a otra, el comienzo fue letal y sin piedad, y la avalancha de personas lo comprobaba entre codazos y empujes que gritaban por ayuda, mientras otros se subían de cuclillas para ver el show de manera panorámica. ´Hollow´terminó y nos otorgó un momento temporal de descanso, pero que se vio totalmente opacado por una gran sorpresa que debutó en nuestro país. La maldición sureña, los aires del blues oscuro y la poesía a la existencia, ´Heaven Beside You´dejó a todos con una sonrisa enorme en la cara, no se podían creer que de verdad este tema de autoría de Cantrell estaba siendo entonado en ese instante. La suavidad de sus notas de cowboy, las melodías a la perfección y los quiebres en baterías de Kinney haciendo una pega esencial con arreglos importantes a la estructura del tema.

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Duvall recibe la guitarra acústica que su roadie le entrega, negra y brillante, cuando empieza tocar esas malditas notas que a más de uno sacaron lágrimas. Cantrell empieza a darle vida a sus espectros profundos, detonando una transmisión impregnada en sus dedos. ´Down in a Hole´fue sublime, muchas veces se puede tratar de describir la sensación de tristeza y desolación que este himno provoca al ser escuchado, pero el presenciar como una arena entera estuvo compartiendo un sentimiento de pena inmenso, solo afirma lo transcendental que es la música en ese sentido. Alice in Chains ya estaba sellando una visita con solidez, y se notaba que ellos estaban disfrutando cada segundo de ese recital.

Sacarse el sombrero ante Duvall debe ser un mea culpa para muchos fanáticos que no pudieron aceptar que él reemplazara el puesto inamovible de Layne Staley, pero él ha sabido sacarle provecho enorme a esta oportunidad única, encontrando su sello dentro de la agrupación, y eso a base de sutileza y una dedicación aplaudible al momento de rendirle honores a la mejor voz de la escena musical de Seattle de los 90s. Mike Inez, en cambio, sonó estruendoso, luciendo sus dotes en ´Would?´, en donde el bajo logró ser protagonista de la potencia, y fue el arma secreta en todo el setlist, era cosa de escuchar su aporte en ´The One You Know´ y quedar impactado por la precisión que ejecutaba cada nota. Cantrell es un maestro, es un hipnotizado de la guitarra y un canalizador de emociones complejas que nunca tendrán una descripción clara, ayer demostró ser un músico vigente y con ese amor a los riffs asesinos en todo sentido. Y Sean Kinney se lució en todas las secciones de batería, y agregando arreglos que le daban más energía.

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Pero el público fue el perfecto co-protagonista de la noche, todo el aguante fue recíproco y todos eran una voz cantando. La furia desatada en ‘Man in the Box‘ fue impresionante y bella, y eso agregando que antes fue tocado ´Angry Chair´, en donde se hizo la transición al icónico riff del tema del disco «Facelift«. Cada coro cantado en el final con ‘Rooster‘ fue perfecto, y fue un momento que culminó una noche muy bella, y que selló la amistad definitiva de la banda con Chile. Faltaron muchos temas, Nutshell quedó fuera del corte y también otros temas pesados de Dirt, o quién sabe si su ‘I Stay Away‘ se escapaba por ahí. Aún así, fue un recital energizante y pesado.

La presentación fue de corrido, no hubo muchas pausas para interactuar, y tuvo esas condiciones previas que uno puede predecir cuando uno sabe que su banda favorita va a tocar en un festival. Los tiempos acotados, la cantidad de temas a tocar, y la corta libertad de lograr todo lo que uno se proponga. Pero la banda se notó prendida y entregada al público, y sin nada más que hacer, nos entregó una jornada con todos los temas que un público masivo del metal/rock pediría, con momentos hermosos emotivos y llenos de crudeza, como solo AIC ha patentado a lo largo de su sufrida pero gigante historia. Fue sólido, nunca perdió el rumbo y como dice el título de festival, se volvió más ruidoso.

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Alice dejaba el escenario apresuradamente, incluso Jerry viendo a su técnico desde lejos, con una confianza infartante, le lanzó la guitarra para poder sacarse la foto rápidamente con sus compañeros y la gente atrás. La banda se despedía, pero con una alegría inmensa que se reflejó en sus reseñas breves en redes sociales. Ayer el grupo llegó solo a patear cráneos, y demostrar que la vigencia de su nombre está más fuerte que nunca, y tiene para rato.

Alice In Chains