La banda que tanto esperaban
Una ola de jóvenes de entre 20 y 30 años camina a ritmo acelerado para entrar al Velódromo del Estadio Nacional. Muchos de ellos hablan sobre sus expectativas para los próximos veinte minutos, lo que no es de extrañar: El grupo australiano Sticky Fingers se presentará por primera vez en el país, luego de haber lanzado tres álbumes de estudio y un más que glorificado debut en 2013.
Con una puntualidad exacta (20:00 hrs), la agrupación dirigida por Dylan Frost sube al escenario de Colors Night Lights para dar inicio a una verdadera celebración, en donde flotadores y pelotas inflables volaban entre los asistentes. El primero en entrar es el tecladista Freddy Crabs, quien a torso desnudo y con solo unos calzoncillos introdujo a Frost, quien lanza una pelota de fútbol direccionada hacia el fondo de la cancha.
La cita inicia con Land Of Pleasure, primera canción del álbum titulado con el mismo nombre. Lo que hasta el momento parecía ser una tranquila tarde de verano pasó a convertirse en una instancia de euforia y descontrol para los fanáticos del grupo, quienes al fin cumplían el sueño de verlos en vivo.
Después de una hora de espectáculo los australianos bajan del escenario, mientras una joven de expresión desfigurada observa a su alrededor y pregunta si es el fin del concierto. Su expresión cambia radicalmente cuando el presente autor le comenta que aún queda casi un tercio de show. Tras unos pocos minutos de descanso, Frost y el guitarrista principal Seamus Coyle vuelven para interpretar un par de canciones en formato acústico. En ese momento las habilidades vocales del cantante se hacen notorias y provocan más de una lágrima de emoción entre los asistentes.
Finalmente, la banda de indie reggae termina con Lazerhead, posicionándose así como la presentación más agitada del festival.
La fiesta de Taylor Gang
El espacio se reduce en la parte frontal de la cancha, parte importante de los asistentes comienza a armar sus cigarrillos y a buscar sus encendedores. Tales hechos deberían parecer casi obvios, el rapero subirá al escenario en unos minutos.
Wiz Khalifa es hijo de dos integrantes de las Fuerzas Armadas de EEUU, quienes estuvieron activos durante la guerra de Irak. No es coincidencia que el rapero haya forjado su nombre artístico inspirado en la fusión de las palabras “sucesor” y “sabiduría”. La primera tiene mucho sentido, Cameron Jibril Thomaz es uno de los exponentes más exitosos del rap contemporáneo y, a pesar de que sus influencias oscilan entre los clásicos de East y West Coast, ha logrado mantener un estilo característico durante su carrera.
La cita comienza con un jam session entre la banda del artista y un DJ, quien mezcla algunas de las canciones más icónicas del estilo, haciendo así un guiño a leyendas como Cypress Hill y Snoop Dogg. Luego, de manera repentina, empieza a sonar Black And Yellow, uno de los títulos más conocidos de Wiz Khalifa, quien aparece fumando entre llamas que saltan desde el borde del escenario.
El show se presenta como un acto de culto a la marihuana, en donde se hacen presentes diversas imágenes y videos de la planta. Asimismo, el cantante no tiene pudor a la hora de entregar grandes globos inflables con forma de pitos al público.
A pesar de realizar un espectáculo enérgico y sin problemas de sonido, un exagerado número de fanáticos no duda en recalcar que faltaron varias canciones de los primeros discos del artista, quien acaba de lanzar su álbum Rolling Papers ll (2018) hace menos de un año. De esta forma, el músico cierra el festival Colors Night Lights Summer Edition con su tercera presentación en Chile, marcando así una jornada en donde la pasión, la música y el jolgorio no se detuvieron un solo segundo.