Por Alexis Paiva Mack
Harlem y la influencia afroamericana
Una brusca frenada del tren da aviso de que se ha llegado a destino. La multitud avanza acelerada hacia el andén de la 125th Street, mientras una rata pasea tranquila en el fondo de la estación. A casi dos cuadras de distancia se encuentra el Apollo Theater, un recinto de conciertos que ha destacado en el tiempo por sus presentaciones de artistas consolidados, desde clásicos como Ella Fitzgerald y Marvin Gaye hasta intérpretes contemporáneos como Lauryn Hill y Esperanza Spalding.
El ambiente en las calles cercanas al teatro varía en relación a los sectores más turísticos de la ciudad. Desde lejos se hace notar un grupo de jóvenes raperos que colorea el ambiente, mientras amplifican en un parlante algunos de los himnos del hip hop. No están pidiendo dinero ni hablan a los desconocidos que pasean por lugar, simplemente disfrutan en conjunto al improvisar nuevas líricas encima de ritmos repetitivos.
Ya en la puerta del teatro y a solo una hora de que inicie el concierto, un numeroso grupo fuma en las afueras del recinto, mientras se escuchan a alto volumen algunas de las canciones más icónicas de Al Green. A pesar de la presencia de personas de distintos orígenes, religiones y color de piel, el culto a la música africana y afroamericana parece ser un sentimiento común entre los asistentes, quienes esperan pacientes el inicio del show.
Kamasi Washington, una conexión espiritual
Las luces se apagan y una pantalla desciende a tiempo pausado desde el techo del recinto para transmitir As Told To G/D Thyself, una cinta conceptual dirigida por Bradford Young, Terence Nance, Jenn Nkiru, Marc Thomas y, por supuesto, el compositor Kamasi Washington. El largometraje, aclamado por la crítica en el Sundance Film Festival a comienzo de año, muestra de manera abstracta como la música ha servido a la población afroamericana en su lucha por la libertad y los derechos civiles.
Se apaga el proyector y la banda del músico sube al escenario para interpretar los primeros acordes de Change of the Guard e introducir a Washington, quien viste una de sus clásicas túnicas coloridas. La energía que expresan los artistas enciende de manera inmediata a los asistentes, quienes se mueven de manera desenfrenada intentando seguir los ritmos de las percusiones. En este momento, el pianista Cameron Graves atrae las miradas de la audiencia al tocar un extenso e improvisado solo, mientras algunos de los presentes aun no logran convencerse de que lo que están presenciando es real y no solo parte de un placentero sueño. Luego de unos minutos, Washington lo sigue y dan término a la primera canción de la velada.
El segundo tema elegido por el saxofonista es Connections, el cual fue lanzado dentro de su más reciente entrega, titulada Heaven and Earth (2018). “No tenemos que ser iguales para ser una sola entidad”, dice Washington durante un breve discurso en donde enfatiza la importancia de valorar la diversidad cultural.
Después viene el turno de Askim y Truth, canciones en donde cada uno de los integrantes ocupa un espacio para improvisar y mostrar su talento a la audiencia. A pesar de que el conjunto en su totalidad se presenta bajo el nombre del saxofonista, este último se muestra a sí mismo como uno más de la agrupación, sin querer resaltar como frontman por sobre sus compañeros.
Uno de los momentos más emblemáticos de la noche es cuando los percusionistas Ronald Bruner Jr., Tony Austin, Kahlil Cummings y Allakoi Peete realizan un solo en conjunto, acción que provoca celebración por parte de los asistentes, como si cada uno de los golpes significara la victoria de un equipo en la final de la Copa del Mundo.
Después de aquel espectáculo, la banda interpreta Re Run y Fist of Fury, para luego agradecer y bajar del escenario. No conformes con siete canciones y más de dos horas de improvisación, los asistentes se levantan y gritan para pedir una más, acto que es bien recibido por la banda. Así, Washington y compañía suben a tocar Street Fighter Man ante una audiencia que no para de bailar.
Es difícil describir la energía que se siente al ver y escuchar a Kamasi Washington en vivo. El jazzista, quien ha trabajado con personajes como Kendrick Lamar y Flying Lotus, presenta un espectáculo en donde el límite entre el sonido, la audiencia y los intérpretes parece ser inexistente. Probablemente ese es el fenómeno que menciona el artista durante su show: La presencia de seres diversos y distintos, pero que no dejan de conformar un solo organismo que vive al ritmo de la música.