Si, eran demasiadas las dudas que Arctic Monkeys provocó el año pasado cuando el lanzamiento de Tranquility Base Casino & Hotel se convirtió en un punto de inflexión para la prensa y sus seguidores, su sonido espacial influenciado en el lounge de Sinatra con delirios intergalácticos de David Bowie dividió en opiniones. Pero el punto de este lanzamiento venía cargado de una incógnita: ¿Qué tipo de show sería el que daría la banda en esta gira? Más adelante, estando parado en la reja del escenario VTR, habiendo visto un line-up que se atrevió a mezclar públicos muy distintos desde el trap hasta el pop, pues ver a los monos fue una cosa peculiar, la banda independiente de las críticas de su último álbum vino a poner al nombre del rock en la cima, porque todos sabemos que en latinoamérica este lidera desde siempre.
Esa pregunta se respondió con un telón de hotel, y accesorios futuristas elegantes, a lo que pasado las 9:45 las luces de alerta roja empezaron a parpadear igual que HAL-9000 en Odisea en el Espacio (1968), anunciando una turbulencia inesperada para recibir a la banda más esperada de esta edición 2019 de Lollapalooza. Alex Turner se sube como el comandante de este lujoso escenario, pero primero requiriendo la ayuda de sus compañeros para las municiones rápidas y pesadas. Todo comenzó con la sensualidad de «Do I Wanna Know?«, en donde al unísono vocal del público, Alex tocó el característico riff con su guitarra de 12 cuerdas, y ahora con nuevos elementos en directo. Una de las gracias que han dado otro tipo de interpretación instrumental en esta gira, ha sido la incorporación de los teclados, la cual no solo fue usada en sus temas nuevas más adelante, sino que en alguno de sus clásicos. Volviendo al presente, Alex empezó a murmurar algunas palabras en su tono provocativo, confundiendo en el segundo, pero dejando a todos descolocados cuando de la nada la avalancha sonora de «Brianstorm» comenzó a retumbar en todo el parque. Matt Helders haciendo alegoría de su posición actual como uno de los bateros más importantes de este milenio del rock, intensidad, precisión y mucha garra al momento de ejecutar.
La reja fue una mezcla de emociones mixtas y cansadoras, mientras gente con menos experiencia se veía en la obligación de utilizar el surf crowding para escapar de unos seguidores salvajes y poco prácticos en el momento de ordenarse. Estar al frente fue el privilegio de tener a los músicos cerca, pero al retroceder al medio la fiesta era más disfrutable y el sonido era espectacular. En ese sentido, los temas que cumplieron con creces con su puesta escénica fueron «Star Treatment», «Cornerstone», «Crying Lightning» y «Four Out of Five». La verdad de las cosas es que el grupo aprovechó todo su potencial de manera soberbia, cuando tuvieron que ser agresivos, lo fueron sin piedad, como los monos descontrolados que eran al comienzo de su carrera. Al momento de seducir y sacar suspiros, fueron los chicos de camisa de cuero con el repertorio del AM (el que tuvo más presencia en su setlist), y se hicieron dueños del hotel Tranqulity para llevar a todos en el ascensor de la ciencia ficción en sus interiores. Esto cumplió con la expectativa que prometió, Arctic Monkeys es una de las bandas más importantes de esta década, y lo demostraron ayer con su ambición sonora y propuesta.
Este final fue necesario, habiendo tenido el acto accidentado de Lenny Kravitz, la furia contestaría de Fever 333 en Acer Stage, y la performance de The Inspector Cluzo, el acto de los británicos tenía que devolver ese gusto por el cierre grandilocuente, y lo entregaron. La gente se vio bienvenida a la experiencia del Tranquility, y también desordenó todo con sus clasicos. Una gran manera de cerrar esta edición de festival.