El Teatro Teletón se armaba una fiesta de aquellas, sin crear barreras sonoras y dejando pasar a todo tipo de público para lo que sería una jornada de festival con dos nichos específicos: el shoegaze (y sus variantes) y la electrónica. Para darle fuego a las turbinas de la noche, The Ganjas y Wild Nothing fueron dignos teloneros de lo cual sería el debut más ansiado por los seguidores de un movimiento musical que ha influido mucho en como utilizar el ruido a favor, y que años después tuvo una fuerza imparable en el ADN de las propuestas latinoamericanas de mediados de los 90s.
Pero teniendo en cuenta que en esta ocasión los debuts era un factor en común, la presentación de Wild Nothing tuvo un comienzo muy tradicional de indie, baterías de compás marchante, sonidos volátiles en la guitarra y un sinte adornando con sonidos. Pero mientras su setlist avanzaba, pues la oda al experimento se hacían notar, y eso con frecuencias más psicodélicas y con saxofón incluido en la mezcla. Fue una sección bailable y llena de simpleza, no hubo una mayor interacción con los presentes espectadores, pero aún así se vio una reacción positiva a su música.
Cómo si en Inglaterra estuviésemos, de fondo se empiezan a retumbar los hipnotizantes bajos de «I Wanna Be Adored» de los históricos The Stone Roses, afinando la garganta del público multicultural que estaba presente en los interiores del teatro. De un segundo a otro, la canción cambiaba su frecuencia a una mezcla electrónica del clásico manchesteriano, haciendo alusión al encuentro musical del cual Club Fauna nos hizo parte. Las luces se apagan, permitiendo que el logo de los auspiciadores (Budweiser) reflejara su rojo fiesta en la cima del escenario, a lo que Mark Gardener, Andy Bell, Laurence Colbert y Steve Queralt ya estaban frente a un grupo grande y motivados de fanáticos que explotaron apenas salieron. La agrupación pionera del shoegaze estaba pisando suelo chileno, amplificados y dispuestos a entregar un desplante sonoro ensordecedor, potente y con más emoción que nunca. El debut de Ride se volvió una realidad desde ese momento.
Como si de una nave tratase, la presentación de los británicos fue un viaje por la trayectoria de la banda, pasando por todas sus distintas etapas, en donde el shoegaze no solamente fue el predilecto. Sus himnos britpop y sus ruidosos riffs de rock alternativo fueron los platos fuertes de este debut ansiado por la gente presente. La emotividad explosiva fue representada en canciones como «Dreams Burns Down«, pero con una proyección mucho más grande, ensordecedora muestra de los decibeles que fueron el motor humano de estas canciones. Pero otras más bailables como «Twisterrella» soltaron esa genuinidad juvenil de su etapa más ligada al pop rock, pero en donde hubo momentos de lágrimas y perfección fue con «In a Different Place«, que utilizó la distorsión como una manifestación de lamentos y melancolía.
El sonido ayer fue de verdad una experiencia volátil y llena de turbulencias humanas, pero lo que parecía ser una nave como se proponía al inicio, se convirtió en una máquina del tiempo, y no es por solamente tener el potencial de tele transportarte a una época específica con la música como cronología. Sino que la ejecución de ayer fue superlativa y atemporal con todas sus variantes, la voz de Gardener mantenía su dolor y esencia, Bell demostró ser un maestro en la guitarra con la utilización de los pedales, y que decir de la dupla de Laurence/Steve, esas bases rítmicas de bajo y batería mantenían a flote todo este despliegue de espectros profundos y estruendosos. También el momento que se llevó el mérito de deuda saldada fue cuando Mark le dedicó «Chrome Waves» al astro fallecido de Gustavo Cerati, como bien muchos deberían saber, los acordes iniciales de este tema fueron utilizados en la reversión de «Un misil en mi placard» en el (no) Unplugged que él cantante usó con Soda Stereo en el 96.
Fue un setlist que trató de satisfacer a todos los impacientes, y se podría decir que tal vez fue una experiencia divertida para Mark, quién al hablar por el micrófono trataba de lanzar chistes o conectar de alguna manera con sus oyentes, a lo que él sarcásticamente replica que «verdad que ustedes no entienden lo que digo». Respuesta más irónica fue la de la cancha, quienes sí entendieron y se rieron al respecto. Pero la experiencia de tener a una fundación de un sonido y estilo en particular fue una de las más hermosas posibles, y es que más de algún tema habrá faltado, pero para controlar a un público fiel había que jugársela con lo más sonado de su trayectoria.
La afinidad de una agrupación transcendental como Ride ayer se impuso, y cuesta pensar que un grupo que hace varios años dejó de existir temporalmente, haya vuelto en gloria y con unas ganas de seguir innovando con su música. Y es que ayer la muestra de trayectoria y efectos logró terminar una jornada que fue mostrada como un logro de nicho, otra vez otorgado por la organización de Fauna. Pero más importante que eso, la primera vez es la que siempre se guarda en la mente, y ayer Ride nos subió a una montaña rusa de emociones abstractas y confusas, pero potenciadas de un desquite ambiental que necesitaba ser escuchada desde este lugar del mundo. Prometieron volver, y que ojala así sea.