25 años de Grace de Jeff Buckley: «La música y el amor como guía de supervivencia»

Nueva York en sus calles más bohemias durante los años 90, una imperdible zona turística  con locales pequeños para escuchar música en vivo, sea solo como acompañamiento o para ser parte de una audiencia dispuesta a conocer nuevos músicos. De alguna manera, algo se estaba cosechando desde un local muy conocido por su esencia trovadora, en términos de escenario.

El Sin-e fue el equivalente al Folk City en donde Dylan tocó, o el caso de Bruce Springsteen en el Bottom Line, solamente que este fue esencial para el final de la década, en donde un día casual, Hall Willner- conocido productor musical norteamericano – había terminado lo que fue un homenaje póstumo para el legendario cantante de los 60s y 70s, el gran Tim Buckley. De tanto trabajo decide aceptar la invitación de su amigo, Steve Berkowitz, quien le dice que vaya una noche al local, como algo recreativo. Es ahí cuando versátil y muy flexible con su gran rango vocal, un joven de camisa y su guitarra eléctrica de acompañamiento, pasaba de versiones punk de MC5 a sentidas interpretaciones de Edith Piaf. Ahí se encontraba el hijo de Tim, Jeff.

El productor presagió lo que nadie en ese mismo instante, dentro de ese local escondido en la parte más alocada de la Gran Manzana, y habiendo conocido de cierta manera la obra de su padre, vio algo único en Jeff en proceso de ser pulido. Hall no dudó en darle un contrato en Columbia Records para que grabará sus primeras canciones y composiciones, su habilidad de ser una estrella de rock a músico de jazz (esto por sus improvisaciones en vivo), y de la nada mutar a ser un cantante de folk innato cautivó a Willner, pero más que su versatilidad, fue su genuinidad. No estaba ante el gran artista revelación o sensación, al contrario, estaba ante un hombre único en su especie, no era el que hacía, sino el como. Era simplemente Jeff Buckley.

«El era muy parecido a un músico de jazz en cierta manera. El pensaba todo de manera improvisada y abierta» declaró Berkowitz cuando se refirió a su primera vez escuchándolo tocar en vivo.

 

GRACE 

Un melómano de tomo y lomo puede haber escuchado este disco un millón de veces, y la verdad es que nunca- pero nunca- se sentirá viejo. Sonido atemporal, composiciones que nunca terminan de coquetear entre diferentes estilos, y claramente la imponente- y sufrida- garganta de su protagonista, Jeff Buckley.

«Grace» se grabó en Bearsville Recording Studio a fines del año 93 e inicios del 94, ubicado al oeste de Woodstock, convirtiéndose en el lugar perfecto para capturar esa presencia artesanal- pero a la vez transcendental- que el talento de Buckley transmitía. Incluso lo que se prima mucho, es la sinceridad y sensibilidad con la que cada canción va siendo tocada, esto acompañado de un grupo excelente de músicos de sesión quienes dieron en el clavo con los quiebres rockeros y melódicos de sus canciones. Pero claramente la más llamativa de las herramientas musicales utilizadas en esta creación fueron la pluma y voz del cantante, los dos puntos fuertes en donde este álbum pasa a ser un clásico instantáneo.

«Me gusta estar en éxtasis. Me gusta visitar todas mis emociones directamente. Cada emoción tiene un sonido». 

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Buckley de lo que más habló durante el proceso de grabación de su primer-y único- disco, fue sobre conectarse totalmente con sus sentimientos, algo que puede parecer cliché cuando del artista se habla, pero que deja claro en grandilocuencia cuando llegamos a escuchar el producto final. Canciones como «Lover You Should´Ve Come Over» son simplemente perfectas e inteligentes composiciones que llegan para quedarse, y es que no solamente basta con la sencillez y brillante técnica de cuerdas con la que el cantante construye esa sensación de despedida y arrepentimiento, sino que la pluma de un amante dolido que no tiene nada más que entregar que su propia vida para recuperar lo que alguna vez amó.

«Nunca termina/ Mi reino por un beso sobre su hombro/ Nunca Termina/ Todas mis riquezas por sus sonrisas/ Cuando dormía tan suavemente contra ella/ Nunca termina/ Toda mi sangre por la dulzura de su risa».

Es ese tartamudeo intenso e interpretativo el que va dejando claro el desgarro del cual está siendo parte, desde un rincón oscuro que es el abandono, también comprendiendo la soledad como una sensación de nostalgia prohibida. El lamento del dejar, para la felicidad mutua de cada uno, en sus propios caminos.

Pero no nos quedemos solamente con este lado del asunto, porque cierta debilidad sentimental mezclada de trova con rock, también hubo una intención de abordar distintos espectros para representar el enojo y el sufrimiento en otras intensidades. «Grace», el tema homónimo, es de una complejidad y afinidad musical brillante, que se atreve a experimentar con tonos bellos y oscuros, esto mientras – en contra parte – una poesía va siendo recitada en la soltura de voz. Acá se potencia todo a medida que el tema avanza, podemos notar el amplio rango y la hermosa aplicación de este al momento de soltar el grito desolador más cerca del final. Como una vela prendida por mucho tiempo, que solo se deja consumir hasta apagarse.

El tema comienza con una vibra clásica de arpegios y armonías que desde su primera reproducción confunden al auditor con sus transiciones. Es una progresión de acordes que están pensadas de manera académica, pero que dejan de lado su estatus para volverse un camino hacía la locura final.

La inspiración más fúnebre cubre este tema como una solicitud firmada para irse del mundo, convertida en una suplica de ahogo y de ser liberado de una vez por todas, pero también de ser valiente y no tenerle miedo a la muerte.

«En el momento que esperaba irme de Los Angeles a Nueva York. Estaba esperando para ir. No tengo miedo de ir, no tengo miedo de morir, no tengo miedo de irme de este lugar o o cualquier otro. Pero todo esto va muy lento».

 

El inicio de este trabajo es «Mojo Pin», una caja de sorpresas que va mostrando un lado  introspectivo, convirtiéndose repentinamente en una descarga vocal soberbia del desplante rockero más grunge de la década. La precisión de las notas, como un susurro antes de soltar al animal dentro, característica que de sobra tiene una canción como «Eternal Life», que goza de la electricidad y distorsión instrumental sello de su época, y de un impecable trabajo de sus compañeros de banda. Se sentían como vías de escape naturales en su orden de track, pero que cada vez encontraba más espacios para llenar con más temáticas.

La ilusión y la realidad se sienten palpables en «So Real», una de las cartas de amor más confusas que puedes encontrar en la retina de este repertorio. Una sensación onírica que lo sostiene de tal de no caer, esa única sensación que lo mantiene vivo, y con la cual permanece motivado a seguir viviendo, a pesar de sus problemas. El uso de una guitarra acústica en el interprete y el pausado calmo que brinda nuevamente el derrame de desamor con la cual en suspenso suspira: «Te amo/ pero tengo miedo de amarte».

De todas maneras, en términos de crear momentos musicales fue un gran innovador, claramente con la canción «Dream Brother» tuvimos un acercamiento a ciertas secciones que en el rock progresivo moderno han practicado. No por algo una banda popular del género como Tesseract les hizo un muy buen cover a este tema en especifico, en donde se hacen notar las referencias y métodos. Eso también en producción y grabación de este claramente. Acercamientos a la psicodelia y una conexión mucho más ruidosa en la guitarra, creando una mística natural.

Tal vez lo más seguro de afirmar, es que su canción menos dolorosa y feliz sería «Last Goodbye», una balada que se siente amigable desde el comienzo y que no pretende mostrar un lado agresivo o experimental. Esto tal vez como para calmar al oyente a futuros quiebres con más peso y carga. Lo que se sienten como diferentes niveles de intensidad con los cuales Jeff busca sostenerse.

El cancionero acá es excelente, pero si bien solamente 7 temas son de su total autoría, pues hay 3 versiones de temas clásicos que los vuelve suyos con respeto y originalidad inigualables. Tenemos la angelical interpretación que hace relucir su delicadeza en «Lilac Wine» (originalmente compuesta por James Shelton), como también el milagroso tono que le da a «Corpus Christi Carol» (Benjamin Britten), que te hace sentir en el interior de una iglesia con su coro haciendo maravillas. Pero la que queda para la historia – y siempre confundida en quien fue realmente el que la compuso – es la sufrida performance que se manda con Hallelujah de Leonard Cohen. Esa pieza musical la envuelve en sus propios dolores, y las hace florecer con una simplicidad tenebrosa de lo verídica que es.

Su productor,  Andy Wallace – quien anteriormente trabajó con Nirvana- siempre le sobran las palabras para expresar las virtudes que él y Jeff tuvieron dentro del estudio al momento de ver la producción del disco. Y uno de los temas del cual siempre destaca la fibra emocional es la de esta versión.

«Una de las cosas que me impactó de Jeff-aparte de sus enormes talentos musicales- fue su manera de saber enganchar a la audiencia con su presencia» dice nostálgico Andy, mientras en frente tiene su mesa de sonido, con la cual captó esta canción. En sus palabras, quiso darle un efecto de catedral para que hiciera contraste con la guitarra, la cual se siente más cercana al oído. Esta canción sin ser de él, logro ser su track más popular, llegando estar en el puesto 259 de las 500 mejores canciones de todos los tiempos de la Rolling Stone.

Grace para muchos es un disco que cimenta una carrera, y que la lleva a la inmortalidad apenas ocurrida la inesperada muerte de Jeff Buckley en el Río Wolf en Tennessee, a la edad de 30 años, llevándose su alma y hermoso talento a otro plano. Su fugaz paso ha sido un ejemplo enorme para artistas como Chris Cornell, Thom Yorke y montones de bandas que en tipo de semejanza, logran hacer homenaje a su trabajo, sea Coldplay o Muse.

Sabiéndose que días antes de su repentina ida se estaba empezando los preparativos para lo que hubiese sido su segunda producción, pues la frase de su amigo Steve logra encapsular lo que todos sentimos respecto a lo que se veía venir.

«Mientras vivíamos en Memphis, estábamos descubriendo como iría a ser el siguiente disco después de Grace. Pase tiempo con él mientras trabajaba por un camino, y luego por el otro. Pero hubo un hermoso día donde jugabamos al billar y escucamos los mejores éxitos de Booby Womack en la maquina de discos. 

Bebimos un poco de bourbon, y luego volvimos a su apartamento y escuchamos las grabaciones de lo que sería «Sketches For My Sweetheart The Drunk. Fue grandioso, solo desearía que hubiese continuado.»