Por Alexis Paiva Mack
Javier Forero y Camilo Medina se conocieron en tercer grado, mientras eran estudiantes en un colegio de Bogotá. Años más tarde, sus familias se trasladaron a Miami por motivos laborales y el destino reunió a los dos jóvenes en una misma escuela. Tenían 10 años cuando llegaron a Florida. El primero escuchaba a raperos como 50 Cent, mientras que al segundo le gustaban bandas punk como The Casualties. Si bien la música que disfrutaban iba en contra del sistema, su adolescencia estuvo lejos de la parafernalia del hip-hop y las crestas de colores.
El nombre de la agrupación viene de un viaje en avión en el que Medina estuvo cuando era niño. Estaba asustado de que este se fuera a caer, por lo que su madre le decía que confiara en el “divino niño” para que todo estuviese bien. Según comenta, lo adoptaron más como humorada que como significado conceptual, pero la influencia de la religión tiene un carácter más profundo en la historia de ambos artistas.
Cuando forjaron una amistad en Miami, Medina le enseñó a Forero a tocar la guitarra, para que poco tiempo después su amigo lo invitara a ser parte de una iglesia. Ahí podían tocar sus instrumentos, pero no tenían la libertad de escuchar o interpretar bandas que no fuesen cristianas.
“En la adolescencia todos escuchan a The Beatles y Rage Against The Machine, pero nosotros no pudimos. Apenas salimos de ahí, toda la música que nos perdimos llegó al mismo tiempo. Fue como ver el mundo más colorido”, dice Camilo Medina desde su departamento en Chicago, ciudad a la que se mudaron años después para avanzar en su carrera artística.
Hoy su banda —que también conforman Guillermo Rodríguez-Torres y Pierce Codina— tiene tres discos de estudio y un cúmulo de canciones guardadas para lo que será su próximo álbum. A pesar de que la pandemia canceló los planes de gira que tenían para Europa y Estados Unidos, Medina segura que trabajan todos los días, ya sea a la distancia o de manera presencial.
Cuando pasas por fuera de una iglesia, ¿Sientes algo en particular?
-Antes sí, pero ahora no tengo rencor. Todas las cosas espirituales son como dedos que apuntan a la luna; diferentes, pero se dirigen a lo mismo. No es necesario estar en una religión, pero a pesar de que ahí lo pasamos horrible, tuve conexiones espirituales que me han ayudado mucho.
La música de Divino Niño tiene elementos muy contemporáneos, ¿Cómo ha evolucionado su estilo desde que iniciaron?
-Cuando nos formamos en Chicago teníamos 20 años y era la primera vez que escuchábamos a The Beatles. Javier y yo no crecimos con esas influencias, asique nuestros amigos nos mostraron a The Beach Boys y a The Kinks, música de los 60 ‘s. Al inicio queríamos sonar igual que el cuarteto de Liverpool. Después escuchamos a Leon Dan y bandas de los 70 ‘s, nuestras fuentes de inspiración siempre cambian. Ahora escuchamos desde dubstep, grindcore y house hasta baladas; queremos combinarlo todo. No tratamos de tener un estilo, solo hacemos música que nos gusta. Eso es lo que más valoro de nuestra banda, si quiero hacer una canción de metal puedo hacerlo, todo se puede en Divino Niño.
Es interesante lo que dices sobre The Beatles, porque su música tiene ciertas similitudes sonoras con álbumes como Revolver (1966) y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967)…
-¡Sí! Todos somos escritores, asique hacemos muchas canciones y al final las que nos parecen más interesantes llegan al disco. Las que tienen los sonidos más extraños y diferentes. Esos temas nos ponen contentos.
En Estados Unidos hay muchas capitales en el ámbito de la música, como Nashville o Los Ángeles. ¿Por qué ustedes escogieron Chicago?
-Teníamos una banda con un EP y seguidores en Miami, pero hacer una gira desde Florida hacia todo el país era difícil (por un tema geográfico). Decidimos ir a Chicago porque es más central y cercano a ciudades como New York, Boston y Philadelphia. Además, en Miami estaba en una escuela de arte que no me gustaba y en Chicago me aceptaron en otra que me encantaba. Creo que en cualquier ciudad puede funcionar, depende de la gente con la cual te conectes.
La música de Divino Niño va dirigida a nichos muy específicos y poco visibles. ¿Cómo llegan a su audiencia?
-Creo que es influencia del medio. Recuerdo que cuando llegamos a Chicago íbamos a bares y no encontrábamos bandas que nos gustaran, por un tema de estilos. Un día una chica nos vio tocar y nos invitó a un concierto, ahí descubrimos la escena de los raritos (sic). Nos encantó. Descubrimos una comunidad muy familiar e hicimos amistades de otras disciplinas artísticas. No queremos ser la banda más famosa, sino que hacer lo que nos gusta y encontrar libertad en ello.
Hoy artistas como Arca cumplen un rol esencial en lo que es llevar la vanguardia hacía una audiencia más popular. Ustedes también están dentro de aquella escena experimental, ¿Cómo ves el futuro de esta música? ¿Crees que pueda adquirir un carácter más masivo?
-Es posible, aunque es difícil saberlo con seguridad. Nos interesan artistas como Arca y todo lo que es PC Music (*término que se refiere, a grandes rasgos, al pop experimental y avant garde*). Cuando me preocupo por el futuro y lo que quiero llegar a ser, siempre estoy persiguiendo algo; pero cuando salgo de esa mentalidad todo sale orgánicamente. Trato de no pensar mucho en el futuro.
Es interesante cómo la música popular adquiere tintes sonoros cada vez más experimentales y viceversa…
-Es muy interesante lo que dices, el otro día lo hablaba con un amigo. Nunca me ha gustado lo mainstream, pero en los últimos años álbumes como Igor (2019) de Tyler, The Creator y YHLQMDLG (2020) de Bad Bunny me han encantado. Antes buscaba influencia en los 60’s y 70’s para sentir que hacía algo genuino, ahora me emociona tomar música más popular —como el trap o un poco de reggaeton— y distorsionarla hasta conseguir sonidos extraños.
Sus canciones tienen numerosos elementos que pueden pasar desapercibidos, pero que tienen gran relevancia en el resultado final de la obra. ¿Qué herramientas utilizan en vivo y en el estudio?
-Ocupamos un Roland Juno 60, un Yamaha DX7, varios sintetizadores pequeños y algunos que son para niños. Antes queríamos llevar al escenario los mismos que usamos en el estudio, pero ahora grabamos esos sonidos y los ponemos en un sampler. Siempre que tocamos en vivo las canciones suenan diferente, todo cambia. Nuestro interés no es tener los mismos sonidos, sino crear una experiencia.
¿Ocupan pedales de efectos?
-Todos tenemos pedalboards pequeñas. Yo solo uso wah, distorsión, delay y reverb: lo más básico. A veces enciendo todos al mismo tiempo, pero en realidad los sonidos más locos vienen del sampler. Si nos gusta el ruido de una puerta, lo grabamos y lo ponemos ahí; es un ejercicio de capturar sonidos. También ocupamos un procesador Boss para dar retardo a la voz.
¿Qué podemos esperar del próximo disco de Divino Niño?
-Saldrá en verano u otoño del próximo año. Tenemos 20 canciones, pero vamos a dejar 10 o 12 para que no sea tan largo. Estamos aprendiendo a producir los instrumentos de distintas maneras. No tengo idea de cómo será, pero ahora todo suena súper loco (risas). Pasaremos 10 días encerrados en una cabaña en Wisconsin para terminarlo y ahora nos reunimos en mi departamento una o dos veces a la semana. Trabajamos todos los días y recibimos influencia del medio. La verdad es que me emociona bastante…