Por Bayron Ríos
Fotos por JUan Kattan – @Kattan.ph
Resultará difícil asimilar lo que ocurrió la noche del sábado en el Teatro Coliseo, una verdadera muestra de calidad musical tanto en la entrada como en el plato de fondo, una clase magistral de experiencia sonora fue lo que se vivió con el regreso de los míticos Tortoise a nuestro país. El quinteto estadounidense interpretó de principio a fin su álbum más importante a la fecha, celebrando los 25 años de “TNT” (1998) en una jornada inolvidable.
La fría noche santiaguina fue caldo de cultivo para la cercanía e intimidad propia de la propuesta musical de la velada que teníamos en frente, comenzando todo junto a los nacionales Narval Orquesta quienes demostraron estar a la altura de las circunstancias. Con 10 músicos en escena, el combo presentó pasajes sonoros que iban desde el jazz, fusionando elementos de rock, música de cámara, todo en forma de elegantes pinceladas que armaban una gran imagen. Liderados por Andrés Quezada, el conjunto logró conectar de forma efectiva con los espectadores, recibiendo todos los vítores por parte del público al momento de la despedida.
Tras la salida de los nacionales, el escenario se preparaba para recibir a los oriundos de Chicago y sin mayores preámbulos Dan Bitney, John Herndon, Jeff Parker, Douglas McCombs y John McEntire aparecieron en escena a las 21:35, iniciando todo de golpe con la emblemática “TNT”, iniciando rápidamente el trance en los fanáticos.
Con dos baterías al medio, con una precisión casi milimétrica, McEntire y Bitney iban comandando el ritmo del concierto en primera instancia junto al suave punteo de Parker. “Swung From the Gutters” trajo el primer cambio entre los multi instrumentistas, pasando Bitney a los sintetizadores y Herndon hacia la batería. Todo esto era acompañado por un ensamble de cinco jóvenes a cargo de las cuerdas y vientos, entregando la experiencia completa de lo que significa el seminal álbum de la banda.
La hipnótica “Ten-Day Interval” mantenía el viaje sonoro entre las atmósferas creadas con los sintetizadores y el marcado sonido del par de xilófonos. “I Set My Face to he Hillside” y la dubera “The Equator” continuaban con la revisión en orden del trabajo de 1998. Aquí ocurrió quizás el único punto en contra de la perfecta actuación de los estadounidenses, ya que la lap steel de la banda dejó de sonar súbitamente, situación que fue corregida minutos después.
La calidez sonora de “The Suspension Bridge at Iguazú Falls” y ese saborcito latino con el xilófono abría el camino hacia “Four-Day Interval”. Con el público ya entregado hacia la total experiencia sónica del momento, no dudó en bailar “In Sarah, Mencken, Christ and Beethoven There Were Woman and Men” con ese ritmo bien sambero. La electrónica “Almost Always is Nearly Enough” se empalmaba con “Jetty”, para darle el cierre definitivo a “Everglade”, revisando así en orden y de manera íntegra el colosal disco. El bis de la velada estuvo a cargo de “Along The Bank of Rivers” y “Crest”, dos golpes que terminaron por dejar sobre la lona a todos los presentes.
Lo de Tortoise fue simplemente maravilloso, algo espectacular y único (aunque no tan único porque ellos lo vienen haciendo todas las noches, pero sí para los que estamos en este pedazo de tierra), demostrando su grandeza y sencillez sin mayores fuegos de artificio, sólo con la música como gran estandarte, una tarea minuciosa para aquellos que buscan tocar la fibra más íntima de quienes veneramos al sonido. Las mixturas de jazz, rock, dub, formaban paisajes sónicos y oníricos de absoluta calidez y que resonaron de manera excelente en el Teatro Coliseo, un verdadero lujo en la cuarta visita de la banda a nuestro país.