Por Bayron Ríos
Fotos por Juan Kattan – @Kattan.ph y Slipknot – Fenix Prod.
El evento más esperado de los fanáticos de los sonidos más pesados, en especial los ligados al nu metal y sus derivados, tuvieron lugar en el Parque Estadio Nacional en la segunda edición del Knotfest Chile. El festival creado por Slipknot cayó rápidamente como anillo al dedo en el público nacional y latinoamericano, sabido por el insano fanatismo hacia el metal en el cono sur. Con una parrilla más bien débil, a diferencia de lo que fue la primera entrega, pero con ciertos nombres certeros dentro de la escena, el festival cumplió con creces la demanda de los fanáticos, entregando postales que quedarán en la posteridad dentro de la historia del rock en el país.
La armada nacional compuesta por Nico Borie, SVVVNT, Mawiza y Rama sirvieron de actos de apertura durante las primeras horas del festival, abriendo paso al inicio de los números internacionales junto a Orbit Culture y Poppy. Cuando el sol estaba en su punto más álgido y en la explanada del parque no cabía ni una aguja, llegaba el turno de la gran sorpresa de la jornada con las niponas de Baby Metal. El trío compuesto por Su-metal, Moametal y Momometal demostraron su total profesionalismo, ante un público, que en rrss se notaba reacio frente a la banda, que cayó rendido a las coreografías del trío y a la potente banda de soporte del grupo.
“BABYMETAL DEATH” iniciaba el show, con el público levantando las manos haciendo cuernos y con un circle pit por parte de los más entusiastas. La enérgica “PA PA YA!!” terminaba por convencer a los indecisos quienes se sumaban a la fiesta que armaban las japonesas, “METALI!!” fue otro de los puntos álgidos de la presentación que incluyó unos solos por parte de la Kami Band, los músicos de soporte que tiene BabyMetal.
“Megitsune” invitaba al público a seguir los pasos del trío, pero fue con “KARATE” y la clásica “Gimme Chocolate!!” en donde el parque del Estadio Nacional explotó por completo, cautivados ante el pulcro profesionalismo de las niponas y su banda. El cierre de la presentación llegaba con “Road of Resistance”, una canción de corte épico que calza a la perfección con lo demostrado sobre el escenario. Un broche de oro total para las japonesas, que lograron callar a haters a punta de carisma y calidad, y con un público que se sintió como un protagonista más.
Mientras el público asistente se dispersaba entre los paupérrimos puntos de hidratación, los stands de comidas y una interminable fila para ingresar al museo de Slipknot, los suecos de Amon Amarth decían presente en el país, ya en su séptima visita al territorio. Con una escenografía impresionante, el quinteto dio rienda suelta a todo su imaginario nórdico, mitológico, vikingo y que encuentra eco en una fanaticada que, sin lugar a dudas, desconoce por completo sus propios orígenes, adoptando lo que le entregan de afuera.
Canciones como la potente “Deceiver of the Gods” y “Put Your Back Into the Oar” ponían en manifiesto la tremenda calidad de los suecos, en especial la simpatía del vocalista Johan Hegg con el público nacional. Punto aparte el tremendo trabajo del baterista chileno-sueco Jocke Wallgren, por lo que la presentación del conjunto tomaba ribetes emocionales. “Raise Your Horns” invitaba al público a levantar los dedos en cuerno, el famoso malocchio, y a empinar el codo, para luego cerrar en alto junto a “Crack the Sky” y “Twilight of the Thunder God”. Un show más que correcto, duro y directo, y que siguió elevando la vara tras lo hecho por Babymetal.
Uno de los nombres más esperados por la fanaticada numetalera del país y peso pesado dentro de la escuálida parrilla del festival, Mudvayne, hacia su debut en el país a 24 años del estreno de su gran “L.D. 50” (2000). Pero no todo podía ser miel sobre hojuelas, ya que todo lo impecable de la performance e interpretación de la banda, se vio opacado por fallas técnicas en el micrófono de Chad Grey, sumado a su ya desmejorada calidad vocal. A momentos la emocionalidad del público podía más en canciones como “Not Falling”, “Fall Into Sleep” o “Death Blooms”, pero los baches eran demasiado notorios.
En “Dull Boy” pareciese que los problemas se habían arreglado, pero los desperfectos se mantenían latentes. Aun así “Determined” encendía el ánimo de los fanáticos, “World So Cold” perdía toda su esencia frente a los problemas ya generalizados en su presentación; la clásica “Happy?” volvía a colocar por la vía correcta el show, pero ya se estaba llegando al final de todo con fundamental “Dig”. Lo de Mudvayne que dejó un gusto agrio, bien porque hayan venido al país pero mal por todo lo ocurrido con el audio; todo lo que hacía destacar a la banda en lo musical, desde el groove, el funk o la fusión jazz, en especial por el inmenso talento de Ryan Martinie en el bajo, se desvanecía como humo en lo que pudo haber sido una de los grandes momentos del festival.
Ya con la noche tomando forma llegaría el turno de Disturbed, cerrando el Stage B del festival y con una alta carga de morbo debido a la firma de misiles israelí, por parte de David Draiman, utilizados en la guerra Israel – Palestina. Es difícil hilar ideas y transcribirlas ante semejante acto de inhumanidad, pero siendo objetivo en mi rol periodístico también es difícil hablar y que no se note un sesgo, frente a una banda tan mala como Disturbed. Hablar de monotonía en el metal es algo habitual y hasta natural, pero lo de que hace Draiman con su tono de voz rompe todo aguante.
Hablar de lugares comunes en lo musical frente a lo repetitivo de cada canción es poco, aun así sacó aplausos y vítores con “Prayer” o “The Light”. También resulta gracioso que la banda avocara a la paz en una alocución de Draiman al público nacional, teniendo en consideración el sionismo latente de él, más aún si en el setlist interpretan “Land of Confusion”, original de Genesis, una canción icónica anti bélica, anti poderosos, anti todo. Un momento demasiado irónico. Y siguiendo con el mal gusto, más allá de lo que puede significar como un gesto de respeto pero ¿por qué hubo aplausos cuando cantaron “The Sound of Silence”, si es uno de los peores covers de la historia?. La clásica “Down With the Sickness” junto a “Inside The Fire” le daban fin a la presentación. Ustedes diviértanse, yo solo pienso.
El plato de fondo de la jornada, con Slipknot a la cabeza celebrando los 25 años de su álbum debut, se servía sobre la mesa. Sin tanta parafernalia como en sus anteriores presentaciones, un lienzo enorme con el nombre de la banda y un par de escudos con el símbolo del grupo dispuesto a los costados del stage, bastaron para armar el escenario que se hacía pequeño con los nueve integrantes desplegados sobre el. Con una propuesta más oscura y tétrica, haciendo honor a lo oscuro que llega a ser el disco, “742617000027” se alzaba como un mantra mientras la banda tomaba posición y con Corey sobre el centro, con sus iluminados ojos rojos, esperando el momento de romper todo al ritmo de “(sic)”, mientras la explanada del parque explotaba al unísono.
Todo el mundo estaba vuelto loco al ritmo de la brutal “Eyeless”, seguida de “Wait And Bleed”, los años de circo se hacían notar sobre el escenario, funcionando como reloj en cada contraataque del conjunto. Las brutales “Get This” y “Eeyore” servían como muestras del poderío salvaje al que podía llegar Eloy Casagrande tras la batería. El estado vocal de Corey Taylor se encuentra en óptimas condiciones, el desgaste de los años se ha mejorado por lo que en canciones como “Liberate” y la oscura “Purity”, sonaban como si realmente fuera 1999.
El sentimiento lúgubre y pesadillesco del álbum se mantenía en forma junto a “Prosthetics”, para luego dar rienda suelta nuevamente a la guerra con la tremenda “No Life” y “Only One”, que sirvieron de cierre para la primera parte del show. Tras unos minutos fuera del escenario, el ensamble originario de Iowa regresaba para el acto final junto a la clásica “Spit It Out”.
Uno de los momentos más candentes y esperados de la noche llegaba con “Surfacing”, en donde el público lo dejó todo transformando todo en una batalla campal. La revisión al seminal trabajo de la banda llegaba a su final de la mejor manera con la oscura “Scissors”, momento en que Tortilla Man puso una bandera chilena sobre el gong que coronaba la batería de Casagrande, llevándose una ovación cerrada por parte de todos los asistentes.
La madurez de Slipknot es palpable, tanto en lo musical como en lo performático. Tal vez faltó más locura por parte de Sid Wilson, pero sus intervenciones siempre se agradecen, pero ahora quien toma esa posta es Tortilla Man, quien estuvo de un lado a otro molestando y vacilando durante toda la presentación, todo un show aparte para el percusionista. Corey Taylor como el gran maestro de ceremonia, lucía realmente tétrico en esta apariencia mejorada de la máscara utilizada durante la época del álbum homónimo. Un verdadero lujo para los fanáticos de la banda haber escuchado en vivo el trabajo que inició todo para Slipknot.
Haciendo la raya para la suma, el festival sobrevivió con lo mínimo destacando un par de shows por sobre la media general y que hacían justificar el alto precio del ticket. Aun se debe mejorar el tema de los puntos de hidratación, teniendo en consideración la gran cantidad de espectadores a los que puede arrastrar un evento de esta magnitud, al igual que salida y el transporte colectivo. De todas maneras todo el mundo quedó feliz y contento con lo realizado por Slipknot, el plato principal de la velada, por lo que Knotfest Chile hay para rato, gracias a sus fans.