Por Ignacio Bataller
Fotos por Juan Kattan – @Kattan.ph
Uno de los estrenos más anticipados en la escena del metal contemporáneo fue el de Insomnium, y el domingo 8 de diciembre, ese anhelado momento se materializó. La Sala Metrónomo se transformó rápidamente en un espacio envuelto por la poderosa ola de emociones que acompaña al death metal melódico de la banda.
Todo comenzó a las 19:00 horas con la apertura de puertas, momento en el que la expectación por ver a la banda ya se hacía palpable. Pasado las 20:00 hrs, Decessus tomó el escenario con su metal moderno, preparando el terreno para lo que estaba por venir. Finalmente, a las 21:00 en punto, Insomnium subió por primera vez a un escenario chileno, cumpliendo la tan esperada promesa de conectar con el público y tocar el corazón de cada asistente.
Los liderados por Niilo Sevänen, ofrecieron un potente espectáculo de 13 canciones que se extendió por casi una hora y media. El repertorio estuvo centrado principalmente en sus temas más recientes, aunque incluyeron algunas piezas clásicas que desataron la euforia entre los asistentes.
La actuación fue un contraste constante: mientras su música, cargada de melancolía y atmósferas envolventes lideradas por las guitarras, transmitía una profunda carga emocional, la banda irradiaba alegría sobre el escenario. Con sonrisas sinceras y frecuentes interacciones con el público, proyectaron una energía más típica de un grupo de estilo festivo, manteniendo ese dinamismo durante todo el concierto.
Temas como «Valediction«, «Ephemeral«, «Lilian» y «Witch Hunter» marcaron el inicio del repertorio, que combinó pasajes tranquilos y envolventes con explosivos momentos de saltos y mosh, impulsados por la propia banda. Al ser el cierre de su gira y con un setlist impecable, quedó claro que disfrutaron cada instante de este debut inolvidable.
Sin demorar demasiado, la banda regresó tras interpretar 10 temas iniciales para un encore de tres canciones: «Primeval Dark«, «While We Sleep» y «Heart Like a Grave«. Por momentos, los finlandeses enlazaban una pieza con otra de forma fluida, manteniendo el ritmo constante y preservando la atmósfera envolvente.
Al integrarse de manera natural, las canciones construyeron una narrativa cohesionada que conectó profundamente con el público, quien acompañó las melodías como si estuvieran en un concierto de estadio. Este fervor pareció motivar aún más al grupo, que abordó el show en el Metronomo con la grandeza de un espectáculo masivo, impregnado de melancolía, pero también de entusiasmo compartido.