Por Diego Ramírez
Foto: Juan Kattan – @Kattan.ph
La velada estuvo marcada por una expectación palpable desde el inicio. Aunque el teatro no estaba lleno, cada espacio vacío se llenaba con el eco de chiflidos, pifias y vítores, lo que dejó claro que la pasión del público estaba en su punto más alto. Los ánimos, incluso, se desbordaron cuando, de manera unánime, el público comenzó una coreo enérgico
exigiendo la salida de la banda.
El show arrancó con una introducción de luces y batería, con gente aplaudiendo al ritmo y con la salida de cada miembro de la banda. La ovación se intensificó cuando abrieron con «Everything Zen«, tema que desató una reacción colectiva: el público saltó al unísono, cantó el coro a todo pulmón, y durante el Outro, las palmas guiaron el tempo de la canción,
reflejando la conexión que se había logrado entre la banda y su gente a lo largo de los años.
La emoción continuó al primer riff de “Machinehead”, donde los gritos de entusiasmo llenaron el espacio. La muestra de lealtad hacia la banda no se limitó al bullicio, ya que muchos se unieron al vocalista cantando todas las letras de las canciones. En los coros, los abrazos entre los asistentes se hicieron presentes, en una manifestación genuina de
camaradería y emoción.
Durante “Bullet Holes”, Gavin Rossdale (vocalista de la banda), se acercó al público para saludarlo, extendiendo su mano y provocando una ola de euforia en los fans más cercanos, quienes no tardaron en expresar su entusiasmo al tocarlo. Un gesto que los seguidores más devotos, que se habían reunido desde temprano para esperar el espectáculo, recibieron con
gran aprecio.
En cuanto al sonido, la banda mantuvo una tónica constante al comenzar cada tema con riffs potentes, lo que generaba expectativas sobre lo que vendría a continuación. Al momento de tocar “The Chemicals Between Us”, los gritos del público aparecieron de forma frenética. Sin embargo, fue evidente que el bajista parecía enfrentar problemas con el retorno, ya que se acercaba repetidamente a los amplificadores traseros, lo que generaba ciertas dudas en el balance de la mezcla. Por su parte, Gavin optó por una mayor interacción con la audiencia, dejando de lado el micrófono y compensando con energía en
su interpretación guitarrera.
Hubo un momento de respiro en medio de la energía desbordante con “Greedy Fly”, y a pesar de que la canción parecía ser un momento más tranquilo, cada quiebre y coro volvía a llenar el teatro de gritos. El punto más alto llegó en el solo, donde la atmósfera se volvió eufórica. Al final de la canción, el vocalista se dirigió al público por primera vez con palabras de agradecimiento, compartiendo su alegría de regresar después de cuatro años.
El espectáculo continuó con la banda interpretando “Quicksand”, en el que el vocalista se acercó a los fanáticos cercanos, estirando los brazos y mostrando su conexión con ellos. A medida que la canción avanzaba, el público se sumergió en un vaivén de movimientos, creando una atmósfera donde todos parecían seguir el mismo ritmo. El vocalista aprovechó la ocasión para presentar a los integrantes de la banda, quienes fueron ovacionados uno a uno, mientras él expresaba su felicidad por tocar en Chile.
Un momento de mayor interacción se produjo cuando el guitarrista pidió al público que aplaudiera en medio de “The sound of Winter”, a lo que el público respondió, aunque con menos entusiasmo que en otras canciones. Sin embargo, la energía fue recobrada rápidamente cuando, ante un silencio, el público comenzó a corear de manera unánime, sorprendiendo a la banda y retomando el control de la atmósfera.
Una de las secciones más emotivas del concierto fue cuando, en un gesto íntimo, el vocalista invitó a la audiencia a cantar con él “Swallowed”. El público se entregó por completo al momento, con algunos con los ojos cerrados, otros abrazándose y muchos más levantando las manos al aire. La calma y la emoción se hicieron palpables, generando una sensación de unidad y conexión profunda entre banda y público.
Quebraron ese momento con “Heavy is the Ocean” generando un headbanging como tónica predominante: la banda ofreció un sonido envolvente, marcado por una repetición que absorbía al público en una suerte de trance.
Sin embargo, la intensidad se vio gravemente afectada cuando el volumen de la música disminuyó considerablemente en “Flowers On A Grave”, lo que provocó algunas quejas. El vocalista, en respuesta, se lanzó hacia el público, lo que restauró la energía y el ánimo de los asistentes, dejando el percance atrás sin mayores inconvenientes.
Al presentar y hablar de su nuevo disco, la banda tocó un himno que mantuvo al público motivado, saltando y cantando sin cesar. La euforia se apoderó de todos los asistentes, quienes se unieron como nunca antes durante la noche con “Little Things”. A pesar de algunos fallos técnicos, el clímax de la noche fue evidente. Aunque al terminar la canción, el público pidió más, iniciando cánticos y pifias que, a los pocos minutos, resultaron en un
regreso de la banda al escenario para un encore.
El regreso de la banda bajo la interpretación de «More than Machines«; estuvo marcado por una respuesta más tranquila del público, que parecía más dispuesto a presenciar que a interactuar. A pesar de los intentos de animar la multitud con palmas, la energía nunca alcanzó el nivel de las canciones anteriores.
En un giro inesperado, el vocalista expresó su gratitud por su estancia en Santiago y su aprecio por la calidez del público. Durante “Glycerine”, invitó a todos a cantar casi a capela, un momento mágico donde las voces se unieron, creando una armonía perfecta entre banda y público, lo que culminó en una lluvia de aplausos. Uno de los tantos momentos en el que el público se entregó por completo al momento y a la música.
El cierre del show, marcado por un fuerte ritmo del bajo y una psicodelia envolvente provocada por “Comedown”, fue acompañado por un público que, tras el anuncio de su retiro, empezó a cantar cada parte de la canción, incluso los instrumentos. En un gesto simbólico, el vocalista tomó una bandera chilena con su nombre, provocando una nueva ovación del público, quien cantó con más energía que nunca. El concierto terminó con todos levantando las manos al aire, entre gritos y aplausos, creando una imagen de unión total entre banda y público, que quedó marcada en la memoria colectiva de los asistentes.