Foto: Pedro Mora
Una generación entera estuvo esperando a que este momento ocurriera. Las horas infinitas escuchando los cassetes de sus bandas favoritas, y de las letras sufridas que transmitían el dolor y crudeza de muchas realidades, pero creando poesía para el oyente inexperto del inglés que entendía la emoción de las canciones.
Pasaron años deambulando y de a poco los actos noventeros de una juventud confundida y atestada por la disconformidad comenzaron sus viajes a Chile-más tarde que nunca- pero saldando deudas con el público chileno, el cual hasta ahora es considerado más amante de la música de la década. «El viaje fue muy largo, estuvimos desde Atlanta viajando hasta Chile, y debo haberme quedado dormido sus 3 veces mínimo, pero bueno, lo que sea para por fin poder tocar acá» nos explicó Dave Pirner, tal vez una de las voces más emblemáticas de los 90s, y un escritor de letras excepcionales. Así mismo, la música de Soul Asylum por fin pisaba tierras chilenas, y comenzando su show a eso de la 20:45 a punta de guitarras distorsionadas, baladas folk emotivas y en pos del acople como fiel compañero del ruido.
Dave se sube al escenario, y el carisma de los nuevos miembros prendió de inmediato a un Teatro Cariola que pudo haber llenado más en su interior, pero que-de una forma u otra- cumplió con la deuda que cada hombre y mujer ansiaba desde la apertura de puertas. Winston Roye (bajo) y Ryan Smith (guitarra) eran la perfecta dupla explosiva que cualquier banda de rock quisiese tener, tenían una química innata en la cual jugaban entre las risas y el show, eso ayudando al desplante rítmico y vocal con el cual Pirner transmitía toda la energía de sus mejores clásicos de la década. Pero uno de los lujos de la noche fue presenciar al mismísimo Sterling Campbell en batería, el mismo que tocó con Duran Duran entre el 89 y el 91, y con David Bowie en sus últimos años de carrera, quien le dio un toque de experiencia y virtuosismo al asunto, con una precisión e intensidad que le otorgó una fiel vibra a canciones como ´Somebody to Shove´, ´Lately´o ´Missery´.
La performance fue una máquina del tiempo en movimiento, con una simple puesta en escena de banda garage, y luces que hacían juego en la emotividad del show, Soul Asylum demostró todo el aguante y años de rock con un desplante ruidoso e intenso. Siempre veías a David tomándose el rol de guitarra rítmica de manera endemoniada, y a Ryan siguiéndole el juego hacia donde sea que iba. Una de las postales geniales de esta descripción ocurrió en ´Black Gold´, en donde entremedio del interludio instrumental se miraban las guitarras tirados en el piso, mientras un ambiente de nostalgia se creaba.
Durante la hora y 45 minutos de presentación la banda debutó en Chile con una baraja de clásicos de su repertorio noventero, los cuales satisfacieron a sus seguidores con un sonido crudo y que rock tuvo de sobra en su actitud. Dave mantiene su voz de manera perfecta, y transmite esas emociones de años atrás con la misma garra y entrega. Sus letras y coros fueron una brisa satisfactoria de nostalgia, que inundó de alegría a sus más fieles fanáticos, quienes vibraron con ´Missery´, lloraron con las andanzas desgraciadas de ´Runaway Train´, y que cabecearon hasta el final con ´April Fool´ y esos riffs de hard rock pesado.
Fue una noche cargada de memorias y recuerdos que salieron a flote gracias al motor musical de una de las bandas esenciales de su época, esa misma que tuvo una fama radial con hits, pero que siempre caía de cierta manera en el anonimato. La verdad de los hechos es que Soul Asylum llega tarde a nuestro país, pero eso no cambia la calidad de su música para nada, al contrario, la vuelve una preciada joya que solamente un gran grupo de personas de la Generación X pudieron presenciar en su peak. Pero eso no importó ayer, si bien el Cariola no se llenó para esta histórica presentación, pues igualmente inundó con las voces de los pocos que por fin presenciaron a la banda en uno de sus mejores momentos actualmente. Energía, sudor y una fuerza que demostró la vigencia escondida de este grupo que merece más reconocimiento en la historia del rock.