En la historia de los eventos masivos realizados en Chile, hay una cantidad de fechas las cuales pasan a la historia con tan solo su anuncio. Estando al día después del Santiago Gets Louder, pues otra fecha tentativa por su propuesta setentera/ochentera estaba agendada al día después.
Scorpions y Whitesnake, dos bandas que dentro de la historia del rock, posteriormente grandes influyentes del hard rock/metal, compartieron el escenario del Movistar Arena con un lleno gradual, que terminó llenando el recinto en su mayoría. Esta junta se dio en un momento generacional, en donde desde todos los sectores del lugar, habían personas que llegaron con camisa por haber estado antes en el trabajo, como también una cantidad notable de jóvenes y pequeños que tal vez fueron contagiados por el gusto musical de sus padres.
Fue una noche para recordar una época, claramente, pero desde la primera presentación, el carisma inagotable de estos músicos parecía como una prueba hacia el prejuicio. En show de estadio- al menos si no estás a la altura del desafío-terminas aplastado por la presión, claramente para estos veteranos, con tal de pisar el escenario, se vuelven uno con el.
Whitesnake entró de lleno con esa autoría, colocando My Generation de The Who de fondo, pues ese llamado fue un simbolismo claro. Convocar a su gente, a los que los vieron triunfar y dominar al mundo con sus canciones. Desde un costado, mientras se alistaban los primeros preparativos, el baterista original y legendario músico, Tommy Aldrige, elongó y bebió su botella de agua a fondo, antes de salir a escenario con su talento y espectaculo.
Con eso dado, el resto de la banda se posicionó en sus puestos, para dejarle la pasarela al alma de la banda. David Coverdale entró con picardía y utilizando el atril de su micrófono para hacer delirar a sus fanáticas. Si bien su voz no alcanzó actualmente sus tonos originales, pues con los clásicos románticos de Is This Love? y Here We Go Again, logró que el público mismo fuese la canción. Su actitud bastó, y su look rockero, mientras observó a la cancha VIP gritando y cantando cada una de sus canciones. Con su voz rasposa, incitaba a que sus fieles gritarán más fuerte su repertorio.
Coverdale tenía su propio show, pero un momento que se llevó aplausos por su gran habilidad de asombro, fue el duelo de guitarras protagonizado por Joel Hoekstra y Reb Beach, donde demostraron ser el epicentro del showoff con tappings, velocidad y muchas poses de poder. Con eso también los espacios para hacer rematar la batería tuvo su desplante primitivo en las manos de Aldrige, quien demostró la versatilidad de las manos para poder improvisar sin baquetas. Emulando un estilo tribal comenzado por el icónico John Bonham de Led Zeppelin. Aldrige demostró por qué él es uno de los mejores bateros de la historia del rock, usando su creatividad y groove para darle potencia toda la jornada.
Pero claramente el fuerte de la banda se vio en sus temas más rockeros, Still of the Night obtuvo una reacción efervescente de sus seguidores. Fue la canción que se sintió con más fuerza en los interiores, y con la cual más jugaron en alargues, esto para finalizar esta nueva visita con un cover de Burn, de Deep Purple.
Habiendo coreado con un Movistar que al comienzo estaba de a poco llenándose, pues el telón de la gira de Scorpions se posicionó. Crazy World en azul profundo era visible, con una persona con cabeza mundial y el logo de la banda en el lado inferior. Habían sorpresas tras bastidores, que para los que estaban en Platea, al menos fueron afortunados de observar desde una perspectiva distinta. Mientras la cancha VIP quedó expectante a lo que iría a ocurrir.
Y es así, la emergencia se activa, la ciudad se muestra en peligro como en las películas de acción de la época. Eso era mostrado en una cinemática dramática a la llegada del grupo alemán de hard rock más emblemática. Scorpions aparecía en frente de su multitud querida, empezando con canciones de su retorno de estudio, Return to Forever, el grupo dejó una declaración de la siempre tramposa idea que tuvieron de la despedida. Y muy grande la verdad, porque ayer se presenció a un grupo de amigos disfrutando cada momento compartido con el público chileno.
Con parafernalia y stage de espectáculo rockero de tomo y lomo, con montajes de dos pisos y una batería flotante, el show de Scorpions fue emocionante y potente. Riffs icónicos de su catálogo, con la loca presencia de Rudolf Schenker, corriendo de lado a lado mientras su compañero de 6 cuerdas, Mathias Jabs con su simpática performance, apoyaba en el fondo. Siempre corriendo en la pasarela, turnándose turnos para azotar a la reja con sus mejores riffs.
Klaus Meine, en cambio, fue una fuerza vital para abrir esa caja emocional de la cual al principio del show fue puro rock del bueno. Cuando fue el momento de retomar temas del disco que dio nombre a esta gira, los suspiros se solta
ron con Send Me an Angel en versión acústica. Mientras el público disfrutaba el show desde la vereda del escuchar, pues con este tema soltaron esos nudos. Eso mismo ocurrió cuando se recordó la histórica caída del muro de Berlín hace 30 años atrás, en donde la banda escribió el himno con más esperanza del rock. Escuchar los silbidos de Wind of Change creó una sensación de escalofríos, tocando una fibra en busca de unión y prosperidad, con una interpretación sentida de Klaus.
Cuando de espectacularidad y desplante se habla, pues el ex-batero de Motörhead y actual pulso de Scorpions, Mikkey Dee, demostró todo su legado y monstruosidad en la batería, mientras la plataforma de su kit se elevó en los cielos, mientras al ritmo de los redobles e improvisaciones, la discografía del grupo iba apareciendo en las pantallas. Los fanáticos alucinaron, acompañando en todo momento a que el legendario batero soltará todo su arsenal, cuando agradecido, finalizó con una sonrisa por la increíble recepción.
Su etapa noventera y ochentera no fueron las únicas en ser visitadas, en un intento de resumir su carrera de los 70, un medley unió las canciones Top of The Bill/ Steamrock Fever/ Speedy’s Coming/ Catch Your Train. Así dándole más prioridad a himnos que despertaron la nostalgia y la fuerza como el final con Still Loving You y Rock You Like a Hurricane.
Fue una noche en donde una generación de músicos, marcados en su época por ser los más potentes en estadio. Cada uno demostrando que la edad más que darles un impedimento, los mantiene en la cima aún. No quieren colgar sus botas, pretenden quedarse por más y más tiempo, y eso quedó sellado ayer en este encuentro de ensueño rockero para muchos.