Por Claudio Miranda
En 1977, Rush edita A Farewell To Kings, su 5to LP en estudio y con el cual el power trío de Toronto da el gran salto a la Primera División. Suficiente como para llamar la atención de Leslie Edward Claypool, un chico de 14 años de El Sobrante, California, quien se inicia en la música de los canadienses al comprar dicho álbum. Todo al punto de quedar abrumado por «Cygnus X-1«, su favorita de todo el repertorio de Rush.
Quince años después, y al frente de los entonces emergentes Primus (con el fundamental Sailing The Seas Of Cheese bajo el brazo), Claypool abre algunas fechas de la gira Roll The Bones. Como bajista de talento extraterrestre, los elogios por parte de Geddy Lee hablarían suficiente del nexo entre ambas agrupaciones. De las pocas excepciones en que el concepto maestro-alumno se difumina, y con toda razón. Primus, en esos años, irrumpía con toda la locura jamas imaginada en el rock pesado, mientras que Rush iniciaba la década del ’90 como consagrados y figuras de renombre en base a trabajo duro, un estilo inconfundible y camaleónico a la vez, y méritos 100% propios a su integridad artística.
La nueva visita de Primus a nuestro país tenía un condimento especial, y por todo lo descrito al inicio de esta nota, hay motivos que validan merecidamente el homenaje al power trío más grande del rock. O como los propios Rush se autodenominaban, «la banda de culto más grande del mundo». El mismo culto al que se le rinde a Claypool-LaLonde-Alexander como herederos por derecho propio y pontífices vigentes de un legado que va más allá de los nombres a la segura. Y el repaso al completo de A Farewell To Kings, como lo venían haciendo desde hace varios meses, incluso anunciado antes de la pandemia, genera un punto de unión entre iniciados y novatos, con Primus como canal conductor hacia una leyenda de alcance supremo.
Con el Coliseo a su máxima capacidad, y pasadas las 21 horas, la aparición de Larry LaLonde desplegando sus virtudes guitarrísiticas al inicio de «Those Damned Blue Collar Tweekers» bastó para que el recinto se viniera abajo, la primera de todas en tres horas de música esquizoide y poderosa. Una pieza que cumplió tres décadas y, aún así, genera un terremoto sonoro altamente destructivo, más aún con Claypool dictando cátedra de maestría y peso en toda su forma, y el baterista Tim «Herb» Alexander dando cuenta de un desempeño escalofriante golpe a golpe.
Si hablamos de bombazos y metralla enferma, «Too Many Puppies» es de esos pasajes de los que nadie libra ileso. Mucho menos con «Sgt Baker» en medio, un aluvión de funk y metal que no tiene piedad con la lógica humana, ante lo cual no queda otra que entregarse de rodillas. Todo reforzado con una puesta en escena con imágenes de fondo, donde la metáfora cobra vida e identidad. Y en el caso de Primus, hay que atenerse a las consecuencias si esperan algo «obvio».
Tras el 1er saludo de Claypool a un público entregado a full, llegaría el turno de «Groundhog’s Day«, una de las tantas gemas que conforma el exorbitante debut Frizzle Fry (1990), con las revoluciones disminuyendo pero la energía siempre al tope. Rutilante y acojonante para los sentidos el despliegue de los tres dementes en sus respectivas tareas, con Larry LaLonde aprovechando la muralla bajística de Claypool para proyectar su singular timbre sonoro en las seis cuerdas. Implacables los tres, porque si hay algo que distingue a Primus respecto al común de las bandas de virtuosos, es la simbiosis generada por tres personas que disponen su experticia respectiva al servicio de lo que importa. Y bien de aquello lo sabe Tim Alexander, un baterista cuyo bajo perfil es inversamente proporcional a su infeccioso groove en los tarros y el enorme sonido de cada golpe.
Del descontrol inicial, pasamos a la mirada atenta que genera «Conspiranoia«, el single recién estrenado y en el cual se ríen de quienes le dan con que «la tierra es plana» o se refieren a las vacunas como «instrumento de dominación global». Por supuesto, y de acuerdo a la ética de Primus, para reírse de la pelotudez hay que hacerlo con la mejor música, y «Conspiranoia» en vivo es precisamente una aplanadora de genio y talento, con la vesania propia de quienes hacen cosas impensadas. Momento perfecto para apreciar más al detalle las virtudes de una agrupación con más de tres décadas en la carretera y toneladas de transgresión, reforzando lo anterior con la experiencia a lo grande.
Promediando la 1ra parte del repertorio, una tirada asesina, diseñada exclusivamente para los fans de toda la vida, comenzando por «Frizzle Fry» y toda su oscuridad a lo Sabbath, atronadora en el estudio y el directo. De una al desmadre vacilón de «Jerry Was a Race Car Driver» (Claypool pasando de usar las 4 cuerdas a 6), con un mar de gente saltando y respondiendo al instinto que despierta Primus con su propia idea del sonido pesado, la misma con que «My Name Is Mud» abre una puerta a patadas, y que vengan de a mil a decirle que no. Como broche, una crimsoniana «Over The Electric Grapevine» liberando su poder hipnótico, con el bajo de Claypool dibujando líneas enfermas y montañas de sonido -con el pedal de bajo y el sintetizador aportando a la atmósfera tridimensional-, a la vez que dialoga con la guitarra de LaLonde y exponen entre ambos la tórrida relación que marca a Primus como una unidad que escapa a todo lo que esperas de una banda de rock en la convención.
Tras una «intermisión» de 15′, y con el trinomio equipado como los propios Rush circa 1977-78 -campanas tubulares en la batería, bajo Rickenbacker, set de teclados y sintetizadores, guitarras Gibson de cuerpo grueso y doble mástil-, el sútil arranque de «A Farewell To Kings» nos avisa de a lo que vinimos. El monstruo del ’77, ejecutado de inicio a fin y con la jerarquía necesaria en instancias de homenaje. Probablemente alguien haya dudado del valor que implica ver a años alumnos más locos homenajeando a los maestros de la Federación Solar, pero cómo negarse ante la clase con que Primus lleva a cabo el saludo a los dioses de la era mitológica del rock.
Si el track titular fue una explosión de energía, lo de «Xanadu» raya lo alucinante, con los californianos recreando el misticismo conceptual de Rush en vivo. El esplendor del rock progresivo post-Yes y Genesis, en una lectura que poco y nada varía de la original, y es precisamente la idea viniendo Primus como sinónimo de originalidad y vanguardia desde que remecieron los ’90s con su firma inclasificable.
Pasando a lado B del vinilo, una versión de «Closer to the Heart» cantada a todo pulmón. No es para menos, si fue el primer gran éxito de los canadienses, y cuya vibra en vivo, pese a su aparente simpleza y amabilidad, es pura catarsis. Mención similar para «Cinderella Man» y su mezcla certera de ataque y melodía, mientras que «Madrigal«, probablemente la pieza más infravalorada de A Farewell…, hace de su sencillez primigenia la puerta hacia algo más grande y, porqué no, emotivo.
Como nos habría gustado disfrutar por acá de joyas como «Cygnus X-1» en manos de sus creadores. Un relato de Sci-Fi vertiginoso y dramático hasta el sudor, Primus lo hace realidad en estos parajes, con una intro visual al estilo de Star Wars, y una fuerza aplastante en cada surco. «Book 1: The Voyage«, la que cierra A Farewell…, cae como una nave espacial de heavy metal pensante después de una travesía con mil peligros y aventuras.
Para el final, Primus vuelve al presente con «Follow The Fool» y sus toneladas de sarcasmo, para cerrar con esa erupción volcánica de funk y blues que es «Harold on the Rocks«. Así, echando la casa por la ventana, sin guardarse nada. Ni siquiera los problemas de sonido que poco hacían distinguir la voz de Claypool -el único punto bajo de una noche redonda- nos quitan la experiencia que significa Primus como espectáculo. El homenaje perfecto al legado de Rush está ahí, no solamente en el repaso de una placa obligatoria en el rock, sino en la vigencia de un repertorio que sigue provocando estragos en quienes aún se aferran a lo que dicta la industria. Lo hicieron los Tres Chiflados en su momento, seguro no lo harían los Tres Bastardos.
Those Damned Blue-Collar Tweekers
Too Many Puppies
Sgt. Baker (>Too Many Puppies)
Groundhog’s Day
Conspiranoia
Frizzle Fry
Jerry Was a Race Car Driver
My Name Is Mud
Over the Electric Grapevine
Set 2 (A Farewell to Kings):
A Farewell to Kings (Rush cover)
Xanadu (Rush cover)
Closer to the Heart (Rush cover)
Cinderella Man (Rush cover)
Madrigal (Rush cover)
Cygnus X-1 (Rush cover)
Follow the Fool
Harold of the Rocks